domingo, noviembre 09, 2008

Los homosexuales para la Iglesia Católica.

Los homosexuales para la Iglesia Católica.


El padre jesuita y teólogo Carlos Novoa sostiene que las personas homosexuales son discriminadas. "La comunidad católica está de acuerdo con la ley de la república que da derechos patrimoniales y seguridad social a las parejas homosexuales, la cual se halla en curso de aprobación en nuestro Congreso Nacional".

“Las (os) homosexuales son hijas e hijos de Dios, sujetos de una radical dignidad e igualdad, y por ningún motivo deben ser discriminados”. Con estas palabras y en muchas ocasiones Juan Pablo II se refirió a los homosexuales.
Para ciencias tan sólidas como la psiquiatría, la psicología, la sexología o la medicina, la homosexualidad no es una aberración, sino simplemente una legítima definición sexual en la cual se hallan muchas personas no por decisión propia, así como en el caso de los heterosexuales.
En esta misma óptica se ubica el Catecismo de la Iglesia Católica, que es la presentación de los principios fundamentales de la fe católica, publicado por Juan Pablo II en 1992: “La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas.
Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. … Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual” (Catecismo de la Iglesia Católica, # 2357 y 2358).
Por desgracia las personas que experimentan atracción sexual hacia su mismo género son tremendamente incomprendidas, discriminadas y hasta perseguidas. Topamos acá con un atávico y secular vicio humano como es el de la discriminación. En un pésimo manejo del ego con frecuencia la humanidad se ha afirmado y se afirma, rechazando todo lo diverso a sí mismo. En otros términos, solo hay cabida para el yo y mis intereses egoístas, todo lo demás no cuenta y los otros deben someterse a mis dictados.
La imposición despótica del ego es una tentación que a todos nos atraviesa, siendo la causa de grandes desgracias a lo largo de la historia de la humanidad y en la sociedad contemporánea como son los gobiernos dictatoriales, las guerras, la pobreza, el machismo, el desprecio por los negros, los ancianos y los enfermos. Frente a este despotismo emerge otra alternativa más sugerente y enriquecedora para todos, como es el camino de salir al otro en respeto y gratuidad, empeñados en el desarrollo recíproco en el respeto de la diferencia. Este camino del otro también llamado la alteridad, nos hace crecer a todos y es la fuente de la auténtica felicidad y realización humana, ya que en él garantizamos que cada cual realice su identidad y no se avoque a la tragedia de vivir la imposición de estilos ajenos. Por ésto la Iglesia Católica defiende a los homosexuales de toda exclusión o rechazo. Esta última realidad dolorosamente hace que el ámbito de la homosexualidad “constituya para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta” (Catecismo de la Iglesia Católica, # 2358). Con más fuerza y contundencia se manifiesta a este propósito el Cardenal Ratzinger, hoy el papa Benedicto XVI, en un documento suyo cuando el era el Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe en el Vaticano: “Es deplorable que las personas homosexuales hayan sido y sean objeto de una violencia malévola, tanto de palabra como con acciones. Estos desafueros exigen ser condenados por todos los obispos de la Iglesia Católica en cualquier momento y lugar donde estos ocurran. Estos abusos revelan un tipo de discriminación contra las personas los cuales ponen en peligro los más fundamentales principios de una sociedad civilizada. La intrínseca dignidad de cada persona tiene que ser siempre respetada con la palabra, con los comportamientos y con el derecho.
Dichos desafueros conforman auténticos crímenes cometidos contra las personas homosexuales” (CONGREGATION FOR THE DOCTRINE OF THE FAITH, Letter to the bishops of the catholic church on the pastoral care of homosexual persons, Rome, October 1, 1986, www.vatican.va diciembre 14, 2006. La traducción del inglés es mía). De la misma manera se manifiesta el Cardenal Ratzinger en otro texto de su autoría, cuando desempeñaba el mismo cargo: “Según la enseñanza de la Iglesia, los hombres y mujeres con tendencias homosexuales deber ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará respecto a ellos todo signo de discriminación injusta. … La conciencia moral exige ser testigo en toda ocasión, de la verdad moral integral, a la cual se opone … la injusta discriminación de las personas homosexuales” (SAGRADA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, Roma, junio 3, 2003, www.vatican.va diciembre 14, 2006).
Según lo expuesto, la comunidad católica está de acuerdo con la ley de la república que da derechos patrimoniales y seguridad social a las parejas homosexuales, la cual se halla en curso de aprobación en nuestro Congreso Nacional. Se trata de un derecho elemental propio de dos personas unidas por el afecto, y que se apoyan durante su vida. Sin duda, desde este ámbito jurídico, es el mismo caso de un hijo que vive con su madre y la apoya en todo hasta su ancianidad y muerte. La ley reconoce a este hijo los mencionados derechos en relación con su progenitora. Confirma lo anterior las declaraciones dadas a los medios de comunicación a mediados del mes de octubre pasado, por el presidente y el secretario de la Conferencia Episcopal Colombiana, los obispos Luis Augusto Castro y Fabián Marulanda, en las cuales ellos afirmaron que para la comunidad católica no era ningún problema la aprobación legal de los derechos patrimoniales y la seguridad social para las parejas homosexuales.
¿QUIÉN ES EL AUTOR DE LA COLUMNA?
Sacerdote Jesuita. Profesor titular de la Pontificia Universidad Javeriana. Doctor en Ética Teológica, Licenciado en Filosofia y Teólogo por la misma Universidad. Docente e investigador de Ética en las Facultades de Arquitectura y Diseño, Derecho, Medicina y Teología del mismo centro universitario. Mágister en Etica Teológica, Pontificia Universidad Gregoriana, Roma, Italia. Profesor de ética en la Escuela Superior de Guerra de las Fuerzas Militares de Colombia. Ha publicado siete libros y más de cuarenta artículos en revistas especializadas.

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